
Descripción de La cena muda: revelaciones del futuro 36492
Una experiencia única que explora la comunicación más allá de las palabras. Imagina una mesa bellamente decorada, donde los comensales se reúnen para disfrutar de una cena memorable, pero con un giro especial: durante toda la velada, se establece un pacto de silencio. 🛒Todos los ejemplares de ‘Rasgando la Penumbra’ en: https://acortar.link/0NRDf8 4c2a2
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Entre las sombras del Día de los Difuntos surge una tradición ancestral. La cena muda, un ritual que conjuga el respeto hacia los muertos con la curiosidad por el futuro.
Con raíces celtas que se remontan a más de 2.000 años, esta práctica se ha extendido más allá de Gran Bretaña, encontrando eco en países como Estados Unidos y España.
Se celebra alrededor del 31 de octubre, marcando el final de la cosecha y el inicio del invierno.
Este periodo se consideraba un umbral crucial entre el mundo de los vivos y de los muertos.
Se creía que justo en esa noche, los espíritus de los difuntos regresaban para visitar a sus seres queridos, y es cuando se les podía hacer preguntas o simplemente escuchar lo que tenían que decir. Era una forma respetuosa y segura de ver el futuro. El ritual de la cena muda debe llevarse en un sitio tranquilo, privado, donde los participantes deben guardar silencio absoluto.
Todo se dispone al revés, desde la cubertería, las sillas, cada asistente debe tener un espacio vacío a su lado, porque eso simboliza la llegada del espíritu. Pero todo debe transcurrir de manera invertida. Es decir, la cena comienza por el postre. ¿Por qué? Porque en el mundo de los difuntos, todo sucede al revés. Esto se justifica con la idea de que las realidades espirituales operan bajo leyes y lógicas diferentes a las del mundo físico.
Dicen que aquí en el mundo, como es arriba, es abajo. Y no se sabe exactamente a la hora de la verdad, cuando llega el momento, qué es arriba y qué es abajo, porque siempre lo miramos desde una única perspectiva. Entonces, lo que consideramos bueno o malo puede ser distinto en el mundo espiritual. Las entidades pueden tener propósitos que no siempre comprenden las moralidades humanas y viceversa, no siempre nosotros podemos comprenderlos a ellos porque nos sesga la limitación de nuestra realidad. En el ámbito espiritual, los efectos pueden preceder a las causas. Además, el tiempo puede no seguir una línea recta. Pasado, presente y futuro pueden entrelazarse. Esto dificulta bastante la comprensión de la secuencia de eventos. Las percepciones del espacio y la forma pueden ser fluidas.
Lo que vemos como real, desde el plano terrenal, físico, carnal, puede ser solo una representación de algo más profundo o simbólico para con ellos. Por otro lado, las relaciones entre los seres humanos y los espíritus pueden no seguir las normas sociales. Un espíritu puede tener un interés o una conexión con alguien sin que esa persona siquiera sea consciente de ello. Hay que tener en cuenta que la muerte y el acto en sí del paso a la otra vida se ven de manera distinta también.
En lugar de ser un final, se considera una transformación a algo nuevo o un comienzo. Mientras se cena, hay que estar totalmente atento a cualquier señal que pueda indicar una respuesta a algo, como el parpadeo de las velas, un sonido inesperado, una fragancia extraña o que nos recuerde a un familiar. Todo debe transcurrir en absoluto silencio y en un lugar donde no pueda haber interrupciones.
Entrando en contexto, amigos, este ritual se centraba sobre todo en las chicas jóvenes que deseaban conocer cuál sería su futuro esposo. Es cierto que es una tradición que viene desde muchísimos milenios atrás, pero tuvo un gran apogeo en la época victoriana, donde las decisiones matrimoniales recaían mayormente en los padres. Entonces, si un espíritu no aparecía, se interpretaba como un presagio de soledad, incluso soledad simbólica, que tu esposo no se esforzase en conectar contigo o en cuidarte.
Si se veía un ataúd, se consideraba que la persona no viviría lo suficiente como para conocer a su pareja, o que el esposo fallecería pronto, o que su verdadero amor ya no estaría con ella en esta vida. Hoy, las reinterpretaciones de la cena muda se centran mucho más en la conmemoración que en la adivinación.
Es algo que sucede en el día a día, por grupos neopaganos que se reúnen para rendir homenaje a los difuntos aprovechando esa mágica atmósfera que hay en el 31 de octubre. La disposición al revés persiste, acompañada de velas y fotografías de los seres queridos, y en ocasiones se coman incluso cartas como ofrenda.
Al finalizar, los asistentes se despiden en silencio agradeciendo la visita de aquellos que han partido y, como símbolo de amor y de acogida, se dejan manzanas en el suelo, o en la mesa.
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