El Caso Gloria Martínez: ¿Descuido, Encubrimiento o Algo Peor? 294bm

Bienvenidos, bienvenidas al Archivo de María.

Os voy a hacer una pregunta que es muy importante.

¿Creéis que una persona puede desaparecer en un lugar donde debería de estar segura? Pues esto es lo que pasa en el caso de Gloria Martínez, una chica que escapó de una clínica psiquiátrica en circunstancias que es muy raro de explicar.

Iba sedada, descalza, sin gafas y desapareció en la noche y nunca más se supo de ella.

Pero lo que hace que este caso sea realmente inquietante no son solo los hechos, sino todo lo que hay oculto detrás.

Negligencias, secretos y preguntas sin responder.

Preparaos para adentraros en un misterio que todavía sigue sin resolverse.

Este es el caso de Gloria Martínez.

Empezamos.

Gloria Martínez Ruiz había nacido el 29 de enero de 1975.

Durante su infancia, todo parecía ir bien dentro de lo normal.

Vivía con sus padres, Álvaro Martínez e Isabel Ruiz, y su hermana pequeña en el barrio de Florida, Portazgo, un lugar muy tranquilo de Alicante con unos 20.000 habitantes.

Vamos, de esos sitios donde parece que nunca pasa nada.

Era una estudiante muy aplicada, estaba en el curso de orientación universitaria y sacaba muy buenas notas.

Además, se le daba muy bien la música.

Estaba en su séptimo año de piano en el Conservatorio de Alicante.

Pero aunque desde fuera su vida parecía la de cualquier adolescente, por dentro las cosas eran muy distintas.

Gloria no estaba bien, sufría de insomnio crónico, lo que la tenía en un estado de nervios constante.

Con el tiempo, también desarrolló anorexia.

Sus padres no sabían cómo poder ayudarla.

Estaban desesperados por verla recuperarse.

A lo largo de los años, Gloria pasó por varios tratamientos, algunos bastante duros, pero nada parecía funcionar.

Su salud mental, en lugar de mejorar, iba a peor.

Empezó a tener episodios psicóticos, aunque eran bastante esporádicos y no le impedía hacer una vida más o menos normal.

Pero en 1992, cuando tenía 17 años, su estado empeoró drásticamente.

Estaba mucho más nerviosa que nunca, con muchos episodios de ansiedad, no dormía y no comía apenas.

Ante esta situación, sus padres decidieron llevarla a una consulta privada con la psicóloga María Victoria Soler.

Al principio, parecía que el tratamiento ayudaba a Gloria.

Incluso la psicóloga le recomendó acudir a terapia en grupo.

Pero Gloria no quiso.

Dijo que no quería abrirse ante un grupo de personas desconocidos y contarle lo que le estaba pasando.

Pasaban los meses y Gloria no terminaba de mejorar.

Así que la psicóloga decidió empezar con medicación.

Le recomendó neurolépticos y antipsicóticos, pero eso no acababa de convencer a sus padres.

Gloria no estaba acostumbrada ni a tomarse un paracetamol para un constipado, un catarro, así que imaginaron que su cuerpo no podría tolerar ese cóctel de fármacos.

Los padres de Gloria insistían una y otra vez a la psicóloga en que su hija, más allá de sus momentos de ansiedad y del insomnio que llevaba arrastrando, era una chica normal.

No entendían por qué parecía que todo se estaba saliendo de madre.

Pero la doctora Soler no lo veía igual.

Su interpretación de la situación era mucho más alarmante.

Así que el 29 de octubre de 1992, Soler les propuso algo que pilló a la familia completamente desprevenida.

Ingresar a Gloria en la clínica Torres de San Luis en Alfaz del Pi, Alicante.

Una clínica privada en la que, por cierto, esta doctora o psicóloga era una de las accionistas.

El centro tenía una fama de ser un sitio muy exclusivo y muy bien valorado.

Nada que ver con una típica clínica psiquiátrica.

El edificio principal contaba con consultas, comedor, cocina, cafetería y oficinas.

Y alrededor había unos bungalows independientes donde se alojaban los pacientes con su dormitorio, su baño propio, su salita de estar...

Vamos, casi como una pequeña urbanización.

Además, tenía piscina, zonas deportivas, jardines y un murito que hacía que el complejo estuviera aislado de la gente.

Entre los árboles y el silencio del bosque que lo rodeaban parecía más un resort de descanso que un centro médico.