Episodio 147 – El insomnio y la música. Misterios de las melodías sobre nuestro cerebro. 1bd2k

En el año 1741, el conde Hermann Karl von Kaiserling escuchó a Goldberg, un virtuoso pianista de la Catedral de Leipzig, Alemania, durante una misa. El noble quedó tan maravillado por la melodía que encargó a Johann Sebastian Bach un conjunto de variaciones sobre aquella música para poder conciliar el sueño. Kaiserling sufría de insomnio y pasaba noches enteras sin encontrar descanso.

Por una fuerte suma de dinero, el mejor músico de todos los tiempos para muchos entendidos, fue elaborando una composición de 30 variaciones desde la melodía original para obtener un resultado asombroso, una creación de universo sonoro para dejarse mecer en las notas del descanso. Porque la música, cuando es tocada e interpretada de forma adecuada, sintiendo las notas precisas y la cadencia correspondiente, puede inducir al sueño, al descanso que nuestro cerebro y alma necesitan.

En este nuevo episodio de Gargantua quiero hablarte del poder de la música sobre nuestro sueño y nuestros sueños, de su influencia en nuestra mente y de cómo ha servido a lo largo del tiempo para contrarrestar el estrés emocional. Porque apenas sabemos ciertos funcionamientos del razonamiento musical. Y sí, hay que seguir buscando explicaciones a ciertos fenómenos químicos y biológicos, si no metafísicos, sobre la sonoridad y su influencia en los seres humanos.

Desde los albores de la humanidad, la música ha sido compañera inseparable de la existencia humana. Nos ha acompañado en rituales, celebraciones, duelos y silencios. Pero también en la intimidad de la noche, porque ha sido un puente invisible entre el desvelo y el descanso. La relación entre la música y el sueño es profunda, casi mística, diría yo, y sus efectos sobre el insomnio revelan el poder sanador del sonido.

El insomnio, algo que sufren millones de personas en el mundo, es mucho más que la simple incapacidad de poder dormir. Es una ansiedad comprimida, unos pensamientos que no callan, y también tensiones que no ceden. Es el cuerpo despierto cuando debería reposar, es la mente que no encuentra refugio en la oscuridad. Y es allí, en ese terreno quebradizo entre la vigilia y el descanso, donde la música puede obrar como un bálsamo.

La música tiene la capacidad de modular nuestras ondas cerebrales, al igual que una corriente que arrastra. Ciertos sonidos inducen también estados de calma, reducen la frecuencia cardíaca, relajan los músculos e incluso preparan al cuerpo para el sueño. Estudios científicos han demostrado que melodías lentas, suaves y sin cambios bruscos pueden sincronizarse con nuestros ritmos biológicos y facilitar el paso hacia el sueño profundo.

El tiempo ideal para inducir el sueño suele rondar entre 60 y 80 pulsaciones por minuto, un rango que coincide con el ritmo del corazón en reposo. Es como si la música recordara al cuerpo cómo dormir. No se trata de canciones con letras, que pueden distraer con imágenes y narrativas, sino de sonidos envolventes, un piano suave, unas cuerdas largas, o incluso la música ambiental que imita a la propia naturaleza.

El insomnio a menudo surge por la hiperactividad mental. La música, al ocupar el foco de la atención consciente, desvía los pensamientos obsesivos y los reemplaza con una narrativa sonora.

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