Hijos de Dune, Capítulo 21 (Audiolibro) 446c5v

La hipótesis de que los seres humanos existen dentro de un universo esencialmente no permanente, tomada como una base operativa, exige que el intelecto se convierta en un instrumento de equilibrio totalmente consciente. Pero el intelecto no puede reaccionar así sin arrastrar a todo el organismo. Un tal organismo puede ser reconocido por su comportamiento ardiente, impulsivo, y lo mismo ocurre con una sociedad considerada como un organismo. Pero aquí nos encontramos con una vieja inercia. Las sociedades se mueven bajo el estímulo de antiguos irreactivos impulsos, exigen permanencia. Cualquier tentativa de mostrarle al universo no permanente trae como resultado esquemas de rechazo, miedo, ira y desesperación.

Entonces, ¿cómo podemos explicar la aceptación de la presencia? Simplemente, el dispensador de visiones presientes, debido a que habla de una absoluta, una permanente realización, puede ser recibido con alegría por la humanidad incluso cuando se predica los más terribles acontecimientos. El libro de Leto, según Har Galadá, es como una lucha en la oscuridad, dijo Alia.

Midió rabiosamente sus pasos arriba abajo de la cámara del consejo, de los altos tapices plateados que tamizaban la luz de la mañana en las ventanas orientadas al este hasta los divanes agrupados bajo los grandes es decorativos en la pared al otro lado de la estancia. Sus sandalias cruzaron las alfombras de fibra de especie, el parquet de madera, las losas de granito y de nuevo las alfombras. Finalmente se detuvo ante Irulan y Idaho, que permanecían sentados la una en frente del otro en divanes de piel de ballena gris.

Idaho se había resistido a regresar desde el TARP, pero ella le había dado órdenes perentorias. El secuestro de Jessica era ahora más importante que nunca, pero tendría que esperar, necesitaba las percepciones mental de Idaho. Todo esto forma parte de un mismo esquema, dijo Alya. Forma parte de un complot que viene de muy lejos. Quizá no, aventuró Irulan, pero miró inquisitivamente a Idaho.

El rostro de Alya se crispó en una sonrisa franca. ¿Cómo podía ser Irulan tan inocente? A menos que... Alya dirigía una aguda y penetrante mirada a la princesa. Irulan llevaba una simple haba negra que enmarcaba las sombras que se formaban en sus ojos color índigo a causa de la especie. Sus rubios cabellos estaban recogidos en una apretada trenza enrollada en su nuca, acentuando su oguileño perfil, afilado por los años pasados en Arrakis.

Aún conservaba la altivez que había adquirido en la corte de su padre, Shadan IV, y Alya había sospechado a menudo que su orgullosa actitud podía enmascarar los pensamientos de un conspirador. Idaho permanecía recostado, enfundado en su uniforme verde y negro de la guardia de la Casa de los Atreides, desprovisto de toda insignia. Su aire afectado había causado muchas veces el secreto resentimiento de varios de los actuales guardias de Alya, especialmente de las amazonas, que glorificaban las insignias de su oficio, pero sobre todo no les gustaba la presencia de que el mentat maestro de armas gola, en particular debido a que era el esposo de su ama.

Así que las tribus quieren que Dama Jessica se siente de nuevo en el Consejo de Regencia, dijo Idaho. Pero cómo puede esto, han sido unánimes en su petición, dijo Alya señalando una arrugada hoja de papel de especie en el diván junto a Irulan. Faradón es una cosa, pero esto, esto lleva a otras conspiraciones. ¿Qué piensa Stilgar de ello? Preguntó Irulan.

Su firma está en ese papel, dijo Alya. Pero si él, ¿cómo iba a renegar de la madre de su dios? Dijo burlonamente Alya. Idaho alzó la vista hacia ella pensando. Qué terriblemente cerca está de romper con Irulan. Se preguntó de nuevo por qué Alya lo había hecho regresar sabiendo cómo sabía lo necesario que era en el Sietch Tarsi, quería que el plan del secuestro fuera llevado a cabo. ¿Era posible que supiera algo del mensaje que el predicador le había enviado? Aquellos pensamientos lo agitaron. ¿Cómo podía saber aquel mendicante místico la señal secreta con la cual Paul Atreides llamaba siempre a su maestro de espadas? Idaho temblaba de impaciencia aguardando que terminar aquella inútil reunión y pudiera regresar para hallar una respuesta a aquella pregunta. No hay duda de que ese predicador ha realizado un viaje fuera del planeta, dijo Alya.

La cofradía no se atrevería a engañarnos al respecto. Me pregunto si, cuidado, dijo Irulan.

Sí, debes tener cuidado, dijo Idaho. La mitad del planeta cree que él es...

Se alzó de hombros. Tu hermano. Y Idaho confió en que sus palabras hubieran sonado de un modo totalmente casual. ¿Cómo podía conocer a aquel hombre aquella señal? Pero si se trata de un mensajero de un espía de no ha entrado en o con nadie de la colony de la casa de los Corrino.

Interrumpió Irulan. Podemos estar seguros de que no podemos estar seguros de nada.