
Esposa de Dios Espíritu Santo 3l465c
Descripción de Esposa de Dios Espíritu Santo 494n11
Meditación predicada a hombres sobre la Virgen, Esposa del Espíritu Santo, predicado el último día de mayo. Precisamente por esa intimidad con el Espíritu Santo, allá donde va María, lo lleva con Ella, y lo derrama sobre las personas que le rodean, como vemos en la escena de la Visitación. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/874295 1c4l1m
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Por la señal de la santa cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.
Te adoro con profunda reverencia.
Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.
Porque María es la esposa del Espíritu Santo.
Y esa relación tan íntima con el Espíritu Santo comenzó ya con su inmaculada concepción cuando el Espíritu Santo tomó posesión de ella impidiendo que la rozara el pecado original.
Y la conservó para sí, como la niña de sus ojos, como su purísima esposa.
No sé por qué me venía la imagen de estas cosas que pasaban hace siglos o al menos muchos años, de gente que se enamoraba de una niña, prácticamente, y tenía que esperar 10 años a que la niña creciera y había como esos matrimonios con tanta diferencia de edad.
Algo así, el Espíritu Santo desde toda la eternidad estaba esperando a la Virgen María para convertirla en su esposa.
Luego, ese trato se fue haciendo más consciente en una intimidad llena de docilidad de la niña María a los deseos e inspiraciones del Espíritu Santo.
Y ahí pienso que a la Virgen, a nuestra madre, le parecería natural sentirse habitada del Espíritu Santo, escuchar su voz, seguirla.
Era para ella con natural, porque no tenía ningún pecado que la obstaculizara esa voz, ¿verdad? Y nosotros, pues debemos ir haciendo también como aquel descubrimiento al que hacía referencia nuestro padre con aquel consejo que recibió, no le hable, óigale.
A medida que vamos purificando nuestras almas con los años de todo rastro de pecado, a medida que vamos ganando una intimidad contigo, Señor, tenemos que ser capaces de escuchar también al Espíritu Santo.
San Pablo dice no contristéis al Espíritu Santo.
Lo que impide, lo que contrista al Espíritu Santo para hablar en nuestra alma pues es el pecado, lógicamente.
Por tanto, nosotros, Señor, hacemos el propósito de en estos ¿verdad? en estos días prepararnos muy bien para esa nueva Pentecostés limpiando nuestra alma con la contricción, con los actos de desagravio, con la confesión, con el espíritu de penitencia.
Y ese es el camino, ganar en intimidad, escuchar, sabernos habitados, tener como esa amistad profunda con el Espíritu Santo.
Hay gente que lo tiene y da mucha envidia realmente cuando ves personas que están en un diálogo constante con el Espíritu Santo y que todo les habla del Espíritu Santo.
Pues desde los pájaros que pasan, que le traen noticia de Dios, hasta ya lo conté el otro día en Retiro, la cascada o tal y que les hace pensar en la efusión de gracia del Espíritu Santo que es como una cascada también que se derrama en nuestras almas, esas conversaciones, personas que te dicen pues el otro día me dijo el Espíritu Santo sentí que el Espíritu Santo y que es habitual cada semana en sus vidas y no una vez sino muchas.
Es la intimidad que nuestra Madre la Virgen tenía con el Espíritu Santo y que nosotros estamos llamados también a tener.
La relación de María con el Espíritu Santo era el de estaba caracterizada por un amor receptivo y fecundo como quedó muy claro el día de la Anunciación. El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra dice Gabriel y con ese hágase en mí según tu palabra que tantas veces se le representa como un gesto de los brazos extendidos como para recibir un gesto de recibir ¿verdad? Acogió nuestra Madre la Virgen la luz del Espíritu Santo que pasó a través de ella como de un cristal y concibió al Verbo Eterno en sus entrañas purísimas. Y a nosotros hombres pues nos resulta difícil esta actitud de acoger o más difícil de lo que le resulta a nosotros.
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