SOL Y LUNA - Experiencias de un Medium con JORGE CORRAL r586

Atención soleros y luneras, bajo el manto de la luna y el calor del sol te invitamos a un viaje sonoro lleno de emociones y conocimiento. En Sol y Luna encontrarás conversaciones inspiradoras, historias increíbles y mucho humor. ¿Estás listo para despegar? Abróchese los cinturones y disfruten del viaje. ¡Buenas noches soleros y luneras! Ya se me quedó, ya se me quedó el... pues buenas noches ¿cómo están? ¿cómo están? ¿cómo están? Pues ya saben que estamos aquí en Perú y que se pasen por el Instagram de Sol y Luna. Les invito a que me sigan, nos sigan, es oficial Sol y Luna.

Bueno, pues voy a presentar a mi compañero de aventuras y vidas, Eduardo Pereira. Buenas noches a todos. Deciros que en nuestro Instagram podéis seguir las emisiones que estamos haciendo desde aquí, desde Perú, en directo. Interesantísimo todo, interesante. Oye, te has olvidado Eduardo nuestro saludo.

Yo no soy capaz de hacer eso. ¿Por qué? Porque no sé por qué, pero por ejemplo yo quiero hablar bajo y no hablo bajo. Yo sí puedo hablar bajo. Oye, oye. Yo solo puedo hablar bajo así, pero si intenta hablar así ya me sale una voz así de tétrica. A veces en cama me lo dices y dices habla bajo y yo digo es que no soy capaz de hablar de otra forma.

Estamos ahí conversando y le digo habla bajo. Y pero es que yo no puedo hablar de otra forma. Fuerte, te lo juro. Yo no entiendo. Es que no puedo hablar de otra forma.

Y le digo, mira, cuando a mi abuelita le visitaba mi tía, o sea su hermana de mi abuelita, te lo juro que se escuchaba cuando los grillitos, los grillos hacen así, cuando hablaban.

Yo a mi abuela como era un poquito sorda. Y yo aprendí, yo aprendí, yo cuando hablo y tengo que hablar bajito hago. Mi abuela se quedó un poquito sorda y yo me acuerdo que entrábamos en casa y la tele, es que no os imagináis el volumen que estaba.

Y nos reíamos, o sea que éramos gilipollas, pero nos reíamos mucho porque claro era abuela, abuela y la abuela no escuchaba. Y la tele, pero parecía que estaba el presentador del programa o el protagonista de la película sentado en la cocina.

Ella estaba en el salón, en la otra punta de la casa y era una casa grande. Pero te daba la sensación, decías debe tener la televisión de la cocina encendida y no era la del salón.

Claro, la tenía tan alta, Dios mío.

Sí, pero después iba yo, oye, te quiero decir una cosa que me acordé ahora.

Que me amas.

Eso ya te lo diré.

Ya te lo diré, no me lo ha dicho.

Bajo la luz de la luna del Perú.

No, siempre me lo dices.

Me acordé ahora, hablando de mi abuela, que yo no era un niño de comer pescado, yo era un niño más bien de carne, pero era llegar a la casa de mi abuela y verla cocinar el pescadito y lo ponía ahí en un platito, se sentaba en la mesa, hacía su lechuguita, su ensaladita, con tomatito, cebollita.

Ay, qué rico, ya me dio hambre.

No, en serio, y lo ponía ahí y yo era, y me quedaba mirando para el plato y mi abuela, ¿quieres un poquito? Y sí.

Y me comía el pescado y mi madre se ponía.

Mi madre decía, o sea, ¿a mí no me lo quieres? Y te vas a la casa de la abuela a quitarle la comida.

No.

Pero recién comido, a lo mejor comía en mi casa y, bueno, al revés.

Mi abuela siempre comía muy temprano.

Ajá.

Entonces yo me iba tempranito a casa de mi abuela, a lo mejor hasta allí o tal.

Y en cuanto, sobre todo la cena, y hacía siempre pescadito de cena, a ella le encantaba el pescado, ¿no? Ajá.

Y yo miraba aquel pescadito allí, ¿sabes? Riquitillo, ahí.

Estiradito.

Doradito.

Y con su trocito de limón.

Crocante.

Y le echaba así su limoncito y después.

Te metía agua en la boca.

Después el aceite de olivita así por encima.

Estás haciéndole agua a la boca a los soleros, las lumieras.

En serio, ¿eh? Con una patatita cocida o así.

Gua, qué rico.

Y yo miraba y yo decía, es que no me gusta el pescado.

O sea, era una tontería mía porque ahora me encanta, ¿no? Sí.

Pero era, no me gusta el pescado.

Pero es que esto tiene una pinta que alucinas.

Y entonces le echaba el bocado.

Ya me daba igual, como si me decía, es rana.

Pues me la comía.

Y me acordé, oye, me acordé, qué recuerdo más chulo.

Es que claro.

No, pero lo del pescado hasta el día de hoy te dice tu mamá, tú, ¿ahora te gusta el pescado? Y yo le digo, sí, si le gusta el pescado.

Me encanta.

Ah.