Hungría Oculta 6q45x

Saludos desde la crepta, les habla como siempre el guardián del cementerio en la oscuridad del campo santo. Hay momentos en que el silencio se convierte en un personaje nefasto, momentos en que el crujido de una rama seca, el murmullo del viento, el ulular de un búho, se sienten como presagios. Muchos de estos relatos se cuentan junto a una hoguera en las colinas del norte de Hungría o en playas de Guijarros junto al lago Balatón durante las largas noches de campamento. Los jóvenes se agrupan alrededor del fuego y los mayores, esos guardianes del olvidado, relatan con voz grave historias que nunca deberían haberse contado. Hoy las conocerán todas. Imaginen que las llamas les lamen el rostro, que las sombras bailan como espectros alrededor del círculo de oyentes.

Estas, por cierto, no son simples leyendas urbanas. Estas son historias reales. Han sido documentadas, investigadas y sus testigos aún tiemblan a recordarlas. Por ello, les pido que escuchen estas historias en la oscuridad, si se atreven, porque hay relatos e historias que no quieren quedarse dormidas. ¡Comenzamos! Oculto entre los oscuros y espesos bosques que rodean al Danubio, a escasos kilómetros de la ciudad de Bad, yacían las ruinas del Monasterio Negro, un lugar olvidado por el tiempo.

Fue fundado en 1193 por monjes benedictinos y fue un santuario de silencio y contemplación. Pero en 1530, tras una masacre cometida por tropas otomanas, el monasterio cayó en desgracia. Se dice que los monjes fueron empalados frente al altar mayor y sus cuerpos desollados, usados como advertencia a los cristianos.

Durante muchos siglos, el monasterio en cuestión fue evitado por los locales. En el siglo XIX, el edificio fue parcialmente restaurado y convertido en hospital militar y, posteriormente, entre 1923 y 1939, en asilo para enfermos mentales. Los registros médicos aún conservan informes que hablan de gritos nocturnos, autolesiones, rituales y pacientes que murmuraban frases en un latín nunca enseñado por el personal. Uno de los pacientes, un sacerdote llamado Aaron Metzey, se grabó con sangre un pasaje de los salmos en el pecho antes de desaparecer dentro de los pasillos subterráneos. Su cuerpo jamás fue encontrado. En 1998, el remedio Etzer Toz accedió al lugar junto a un grupo de parapsicólogos.

Grabaron psicofonías y luces inexplicables, pero lo más perturbador ocurrió cuando Toz cayó al suelo convulsionando. Según sus palabras posteriores, había visto a un hermano sin rostro caminando de espaldas, cubierto por un manto oscuro que goteaba sangre. Llegó a asegurar en diferentes entrevistas que rezaba un salmo inverso y que llevaba rosarios con cuentas humanas.

Toz murió semanas después, sin causa clínica aparente. En sus últimas horas, susurros emergían de su garganta en una lengua que los expertos identificaron como una variante del latín litúrgico desaparecida desde el siglo XV. En 2003, una excavación arqueológica halló una cripta subterránea sellada con cruces invertidas talladas en piedra volcánica. Dentro hallaron 11